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¿Realmente los envases de plástico son malos?

Todo comenzó en 1904, en un restaurante de lujo en Vosges, Francia, cuando un cliente anciano derramó vino tinto sobre un mantel de lino prístino.

Sentado en una mesa cercana había un químico suizo llamado Jacques Brandenberger, que trabajaba para una empresa textil francesa.

Mientras observaba al camarero cambiar el mantel, se preguntó si no podría diseñar una tela que pudiera simplemente ser limpiada con un trapo.

Intentó rociar celulosa sobre manteles, pero el material no se adhería y se desprendía una lámina transparente. Eso le dio una idea: ¿podrían esas láminas transparentes tener un mercado?

Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, encontró uno: oculares para máscaras antigás.

Llamó a su invento «celofán» y en 1923 vendió los derechos a la corporación DuPont de Estados Unidos.

Sus primeros usos incluyeron la envoltura de chocolates, perfumes y flores.

Pero DuPont tenía un problema. Algunos clientes no estaban contentos. Les habían dicho que el celofán era impermeable, y lo era, pero no era resistente a la humedad.

Los caramelos se le pegaban; los cuchillos envueltos en celofán se oxidaban; los cigarros se secaban.

Un éxito
DuPont contrató a un químico de 27 años, William Hale Charch, y le encomendó la tarea de encontrar una solución.

En un año lo logró: cubrió el celofán con capas extremadamente delgadas de nitrocelulosa, cera, un plastificante y un agente de mezcla.

Las ventas despegaron.

Fue el momento justo. En la década de 1930 los supermercados estaban cambiando: los clientes ya no hacían cola para pedirle a un asistente los alimentos que necesitaban. En su lugar, ellos mismos escogían los productos de los estantes.

El envoltorio transparente fue un éxito. Y, como señala la investigadora de la Escuela de Negocios de Harvard Ai Hisano, «tuvo un impacto significativo no solo en la forma en que los consumidores compraban alimentos, sino también en cómo entendían la calidad de los alimentos».

El celofán les permitió elegir los alimentos basándose en su aspecto, sin sacrificar la higiene ni la frescura.

Aumento de ventas
Un estudio financiado por DuPont descubrió que envolver las galletas en celofán incrementaba las ventas en más de la mitad.

Y los minoristas recibieron consejos similares. «Ella compra carne con sus ojos», decía una edición de 1938 de la revista The Progressive Grocer.

De hecho, el mostrador de carne fue el más difícil de adaptar al sistema de autoservicio. El problema era que la carne, una vez cortada, se decoloraba rápidamente.

Pero las investigaciones mostraban que el autoservicio podía aumentar las ventas de carne en un 30%.

Con tal incentivo, se encontraron soluciones: iluminación teñida de rosa, aditivos antioxidantes y, por supuesto, una versión mejorada de celofán, que dejaba pasar la cantidad correcta de oxígeno.

En 1949, los anuncios publicitarios de DuPont se jactaban de la «nueva y placentera forma» de comprar carne: «cortada, pesada, tasada y envuelta en celofán directamente en la tienda».

Nuevos productos
Pero el celofán pronto pasaría de moda, superado por otros productos como el cloruro de polivinilideno, de Dow Chemical.

Al igual que su predecesor, fue un descubrimiento accidental que se utilizó por primera vez en un conflicto, en este caso para proteger de la intemperie a los aviones de combate en la Segunda Guerra Mundial.

Al igual que el celofán, necesitó mucha investigación y desarrollo antes de poder usarse con alimentos: originalmente era de color verde oscuro y tenía un olor desagradable.

Una vez que Dow resolvió los problemas lo sacó al mercado con el nombre Saran Wrap, ahora más ampliamente conocido como film de plástico.

Después de que el cloruro de polivinilideno generara algunos problemas de salud, el film adhesivo ahora se hace a menudo con polietileno de baja densidad, aunque eso es menos adherente.

También se utiliza para hacer esas bolsas de supermercado de un solo uso que ahora están siendo prohibidas en muchas partes del mundo.

El polietileno de alta densidad es el tipo de material que se usa para algunos envases de leche.

Las bebidas gaseosas vienen en tereftalato de polietileno (más conocido por sus siglas en inglés: PET).

Y si aún no estás perdido, ten en cuenta que los envases de plástico están hechos cada vez más de múltiples capas de estas y otras sustancias, como el polipropileno orientado biaxialmente o el etileno-acetato de vinilo.

Embalaje plástico: ¿villano o salvador?

Hoy en día los envases de plástico tienen mala fama.

Pero la primera versión comercialmente viable del material que ahora es ubicuo, el celofán, se concibió en una época más inocente, antes de que hubiera preocupación por el plástico en los vertederos, el mar o la cadena alimenticia.

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Todo comenzó en 1904, en un restaurante de lujo en Vosges, Francia, cuando un cliente anciano derramó vino tinto sobre un mantel de lino prístino.

Sentado en una mesa cercana había un químico suizo llamado Jacques Brandenberger, que trabajaba para una empresa textil francesa.

Mientras observaba al camarero cambiar el mantel, se preguntó si no podría diseñar una tela que pudiera simplemente ser limpiada con un trapo.

Intentó rociar celulosa sobre manteles, pero el material no se adhería y se desprendía una lámina transparente. Eso le dio una idea: ¿podrían esas láminas transparentes tener un mercado?

Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, encontró uno: oculares para máscaras antigás.

Llamó a su invento «celofán» y en 1923 vendió los derechos a la corporación DuPont de Estados Unidos.

Sus primeros usos incluyeron la envoltura de chocolates, perfumes y flores.

Pero DuPont tenía un problema. Algunos clientes no estaban contentos. Les habían dicho que el celofán era impermeable, y lo era, pero no era resistente a la humedad.

Los caramelos se le pegaban; los cuchillos envueltos en celofán se oxidaban; los cigarros se secaban.

Un éxito
DuPont contrató a un químico de 27 años, William Hale Charch, y le encomendó la tarea de encontrar una solución.

En un año lo logró: cubrió el celofán con capas extremadamente delgadas de nitrocelulosa, cera, un plastificante y un agente de mezcla.

Las ventas despegaron.

Fue el momento justo. En la década de 1930 los supermercados estaban cambiando: los clientes ya no hacían cola para pedirle a un asistente los alimentos que necesitaban. En su lugar, ellos mismos escogían los productos de los estantes.

El envoltorio transparente fue un éxito. Y, como señala la investigadora de la Escuela de Negocios de Harvard Ai Hisano, «tuvo un impacto significativo no solo en la forma en que los consumidores compraban alimentos, sino también en cómo entendían la calidad de los alimentos».

El celofán les permitió elegir los alimentos basándose en su aspecto, sin sacrificar la higiene ni la frescura.

Aumento de ventas
Un estudio financiado por DuPont descubrió que envolver las galletas en celofán incrementaba las ventas en más de la mitad.

Y los minoristas recibieron consejos similares. «Ella compra carne con sus ojos», decía una edición de 1938 de la revista The Progressive Grocer.

De hecho, el mostrador de carne fue el más difícil de adaptar al sistema de autoservicio. El problema era que la carne, una vez cortada, se decoloraba rápidamente.

Pero las investigaciones mostraban que el autoservicio podía aumentar las ventas de carne en un 30%.

Con tal incentivo, se encontraron soluciones: iluminación teñida de rosa, aditivos antioxidantes y, por supuesto, una versión mejorada de celofán, que dejaba pasar la cantidad correcta de oxígeno.

En 1949, los anuncios publicitarios de DuPont se jactaban de la «nueva y placentera forma» de comprar carne: «cortada, pesada, tasada y envuelta en celofán directamente en la tienda».

Nuevos productos
Pero el celofán pronto pasaría de moda, superado por otros productos como el cloruro de polivinilideno, de Dow Chemical.

Al igual que su predecesor, fue un descubrimiento accidental que se utilizó por primera vez en un conflicto, en este caso para proteger de la intemperie a los aviones de combate en la Segunda Guerra Mundial.

Al igual que el celofán, necesitó mucha investigación y desarrollo antes de poder usarse con alimentos: originalmente era de color verde oscuro y tenía un olor desagradable.

Una vez que Dow resolvió los problemas lo sacó al mercado con el nombre Saran Wrap, ahora más ampliamente conocido como film de plástico.

Después de que el cloruro de polivinilideno generara algunos problemas de salud, el film adhesivo ahora se hace a menudo con polietileno de baja densidad, aunque eso es menos adherente.

También se utiliza para hacer esas bolsas de supermercado de un solo uso que ahora están siendo prohibidas en muchas partes del mundo.

El polietileno de alta densidad es el tipo de material que se usa para algunos envases de leche.

Las bebidas gaseosas vienen en tereftalato de polietileno (más conocido por sus siglas en inglés: PET).

Y si aún no estás perdido, ten en cuenta que los envases de plástico están hechos cada vez más de múltiples capas de estas y otras sustancias, como el polipropileno orientado biaxialmente o el etileno-acetato de vinilo.

Paradoja
Los gurús de los envases aseguran que hay una razón para esto: los diferentes materiales tienen propiedades diferentes, por lo que las capas múltiples pueden ofrecer el mismo rendimiento en un envase más delgado y, por lo tanto, más ligero.

Pero estas sustancias compuestas son más difíciles de reciclar.

No es fácil calcular qué conviene más. Dependiendo de la cantidad de envases más pesados, pero reciclables, que se reciclarán, podría ocurrir que los envases más livianos y no reciclables generen menos desechos.

Y una vez que empiezas a analizar el tema de los envases de plástico, encuentras paradojas similares constantemente.

Algunos envases son un desperdicio tonto. Pero, ¿qué pasa, por ejemplo, con los pepinos envueltos en film transparente que se mantienen frescos durante 14 días en lugar de tres?

¿Qué es peor? ¿1.5 gramos de envoltura plástica o pepinos enteros que se pudren porque no llegan a ser comidos? De repente no es tan obvio.

Las bolsas de plástico evitan que las bananas se pongan negras rápido o que las papas nuevas se vuelvan verdes; también retienen las uvas que se caen de los racimos.

Hace aproximadamente una década, un supermercado de Reino Unido experimentó con sacar todas sus frutas y verduras de sus envases, y su tasa de desperdicio de alimentos se duplicó.

Y no es solo la vida útil, ¿qué pasa con los residuos creados incluso antes de que los alimentos lleguen a la tienda?

Otro supermercado, que había sido criticado por poner manzanas en bandejas envueltas en plástico, trató de venderlas sueltas en grandes cajas de cartón, pero tantas se dañaron durante el traslado que al final se terminó usando más embalaje por manzana vendida.

Según un informe del gobierno británico, solo el 3% de los alimentos se desperdician antes de llegar a las tiendas.

En los países en desarrollo, esa cifra puede ser del 50%, y esa diferencia se debe en parte a cómo se envasa el alimento.

A medida que más de nosotros vivimos en ciudades, lejos de donde se cultiva la comida, esto importa.

Incluso la temida bolsa de supermercado de un solo uso podría no ser la villana que aparenta.

Si has comprado bolsas resistentes y reutilizables en tu supermercado, es probable que estén hechas de polipropileno no tejido, y son menos dañinas, pero solo si las usas al menos 52 veces.

Eso concluyó un informe del gobierno danés, que sopesó los variados impactos ambientales de la producción y eliminación de diferentes tipos de bolsas.

Y si tu bolsa reutilizable está hecha de algodón orgánico, no te sientas tan orgullosa: los investigadores estimaron que necesitará 20.000 usos para justificar su existencia. Eso equivale a ir de compras todos los días durante más de medio siglo.

El mercado puede ser una manera maravillosa de señalar los deseos populares.

En 1940, los consumidores estadounidenses querían carne convenientemente cortada de antemano, y lo que los economistas llaman la «mano invisible» del mercado proporcionó las tecnologías que lo hicieron posible.

Pero nuestro deseo de que haya menos desperdicio puede no tener efecto en el mercado, porque el problema es complicado y nuestras elecciones de compra a veces pueden, sin quererlo, hacer más daño que bien.

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